Otra vez he podido comprobar que hay huecos que no se pueden rellenar. Esos huecos en los que aprovechan los sentimientos para hacer crecer su raíz y llegar a lo más profundo del alma, a donde sólo llegan las verdades absolutas.
Seguro que sabes de lo que hablo, seguro que a ti también te ha pasado.
Durante la última semana, a Écija le ha faltado un trocito de sí, ese que todos los años nos abandona una semana para llevar más allá de donde alcanza nuestro aliento, la pesada carga que el sentimiento de muchos ecijanos cuelgan de él durante un año entero, como medalla de oro en su rojo terciopelo.
Un año entero recibiendo, por la nave lateral de Santa María, a todos los peregrinos de fe verdadera, de los que buscamos su mirada al volver la primera columna, hasta tal punto de no reparar en el resto de la iglesia, sólo en si Ella está allí, esperando.
Durante una semana, y gracias a Dios, sólo una semana al año, al volver esa columna, y levantar la vista,Ella no está.
Porque yo le hablo a Ella, a la virgen de mi ROJO simpecado, porque es sobre Ella sobre la que yo vacío mi bolsa cargada de oraciones, porque tengo una oración por cada medalla que cuelga de su vencida tela...
Porque, se encuentren donde se encuentren, se que caminan por las benditas arenas del cielo, llevando en sus manos el rojo simpecado de su hermandad, de la nuestra, de la hermandad de Écija.
Es por eso que, cada año, voy a verte Rocío, voy a verte en tu carreta de plata, por las calles de la ciudad que tienes bajo tu amparo. Voy a verte venir, de la plaza del matadero a tu casa en Santa María, porque necesito saber que os sigo teniendo cerca, que pasará un año entero hasta que te vuelvas a poner en camino, un año entero...
Se hace larga la espera, una semana entera...
¡¡VIVA LA VIRGEN DEL ROCIO!!
¡¡VIVAN LOS BUENOS ROCIEROS!!